Las imágenes de la atleta keniana Hyvon Ngetich terminando el pasado domingo a gatas el maratón de Austin dieron la vuelta al mundo. Exhausta, desorientada y con la mirada perdida cruzó la meta. ¿Fue una heroicidad?, ¿un ejemplo?, o, por el contrario, ¿fue una irresponsabilidad permitir esa agónica escena mientras ponía en riesgo su salud?.
Ngetich, de 29 años, fue tercera, pero apenas se enteró. «No me acuerdo de los dos últimos kilómetros. ¿La línea de meta? No tenía ni idea», dijo al recobrar el sentido.
Los intereses económicos de la alta competición provocan esas situaciones dramáticas, que desde un punto de vista médico representan «una barbaridad y una aberración», según asegura a EFE Hernán Silván, ex atleta, doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid y premio Hans-Heinrich Reckeweg 2010, el ‘Óscar’ de la medicina.
«La imágenes hay que analizarlas en el plano del deporte profesional y en el plano médico. En el segundo es una barbaridad y una aberración, ya que si en el kilómetro 40 se sentía mal debería haberse retirado para evitar riesgos. En el ámbito profesional el organismo se pone al límite de continuo y no es raro ver estas imágenes. Tratan de llegar a meta como sea por una compensación económica», explica.
Al aspecto material se refiere también el campeón del Mundo y de Europa de maratón Martín Fiz, ya retirado de la alta competición, pero a sus 51 años participante habitual en pruebas populares. «En la élite somos mercenarios, nos gusta ganar medallas y dinero. A mí lo de la atleta keniana no me pareció una heroicidad, sino una escena dramática y creo que no se debería llegar a esa situación. En la élite la exigencia es máxima, pero no hasta esos límites. Hay montañeros que se bajan a 50 metros de la cima. Yo me hubiera retirado. Lo importante es la vida, y en la vida hay más montañas y más maratones», dice el atleta vitoriano.
Por su parte, Chema Martínez, campeón de Europa de 10.000 metros y subcampeón de maratón, comparte desde la perspectiva de la alta competición el afán de la atleta keniana de llegar a meta. «Yo nunca he vivido algo tan dramático, pero ¿cual es el límite?. Para un deportista normal la salud está por encima de todo, pero para un atleta de alto nivel, que entrena tanto y a 50 metros de meta… yo me pongo en su pellejo y hubiera hecho igual. Probablemente no hubiera abandonado», asegura el madrileño.
Desde la perspectiva médica, explica Silván, cuando el ácido láctico invade el cuerpo te anula. «En el maratón te quedas sin glucógeno, sin azúcar en el cerebro, y no piensas, lo que te lleva a hacer disparates. A la atleta keniana le quedaba algo, por eso decidió tirarse al suelo y terminar a gatas para llevarse el premio».
«Para mi no se trata de una heroicidad ni de un ejemplo. Lo hizo por la gratificación. Tampoco me parece un buen ejemplo para las personas que practican deporte a nivel popular porque deberían tener de las figuras una imagen más ejemplarizante», dice.
En estas condiciones físicas, Silván tiene claro de debería haberse retirado o haber sido retirada por los responsables de la carrera. «Desde un punto de vista organizativo, humanitario, ético y médico yo hubiera intervenido para pararla».
A criterio de Fiz las imágenes podrían ser en todo caso, una lección para aquellos que se lanzan a correr un maratón o ser un ‘Ironman’ sin preparación. «Estas imágenes pueden ser buenas para que vean lo que puede pasar. Si le sucede eso a una atleta de élite, pues imagínate lo que le puede pasar a una persona común», comenta. «No es bueno llegar a ese límite. Estamos hablando del deporte y la salud y estas imágenes rompen los esquemas», concluye
Chema Martínez también considera que si existen evidencias de riesgo para la salud, alguien debe intervenir. «Si, alguien de tu entorno, entrenador o similar, te tiene que parar si ve la salud comprometida. Para una persona normal llegar a ese límite está fuera de lugar, en alto nivel lo entiendo», concluye.
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